¿Productos milagrosos para el pelo?

En esta nueva entrada se pretende explicar diferencias entre un cosmético y un medicamento, y exponer qué efectos producen cada uno de ellos aplicados en el cabello. El mercado ofrece multitud de artículos prodigiosos para recuperar el pelo o evitar la caída, pero, ¿son realmente efectivos?

Para esto nos ha atendido Lucía Gregorio, Doctorada en Biología Molecular, quien realizó un proyecto postdoctoral en la prestigiosa Universidad McGill de Montreal (Canadá) . Actualmente Lucía trabaja en el sector de la industria cosmética.

La principal idea que se puede extraer aplicado al cabello es la eficacia, mientras que un medicamento puede tener un efecto curativo centrado en el problema, un cosmético pretende mejorar la imagen superficial del pelo, y de hecho a veces lo logra, pero no ataca la causa, y su eficacia es menor. Puede decirse entonces que no existe cosmético útil para evitar la alopecia. Al menos de momento.

El cosmético tiene un alto componente de marketing y publicidad, pero su resultado, según el sector, no es tan alto como puede ser un medicamento. Por ejemplo, existen magníficos antiarrugas, pero en el sector de la alopecia todavía no se han alcanzado iguales cotas de éxito.

Ambos deben poseer una eficacia testada y contrastada, pero el resultado difiere. La principal barrera entre ambos es la permeabilidad en la sangre, el cosmético no debe penetrar, al contrario que el medicamento. Además, la regulación en materia de seguridad es mucho más estricta en el medicamento.

De ahí que los plazos de desarrollo sean bien distintos. Mientras un cosmético puede tener un proceso de escasos dos años para ser comercializado, un medicamento llega a requerir incluso diez o quince años desde que se concibe la idea hasta que sale al mercado, debido a los ensayos clínicos, pruebas de seguridad, prueba en animales, personas, etc…

Un claro ejemplo

Como prueba de lo anterior expuesto sirva este artículo de Deborah García (Licenciada en Química, miembro de la Asociación Española de Comunicación Científica), “En contra de los champús sin sulfatos” , en el que explica cómo bajo la palabra “sin” se comercializan multitud de productos que no solo no benefician, sino  que incluso pueden llegar a ser perjudiciales.

Como se expone en el citado texto, a la sociedad actual le encanta saber qué ingredientes componen lo que consume, pero sin una cualificación adecuada es difícil entender el etiquetado de productos. Además, si a eso le añades ganchos engañosos como “sin, free, o libre de”, el cóctel de desconcierto en el consumidor está servido.

En conclusión, en lo que a materia capilar se refiere, lo más adecuado es acudir a profesionales de la medicina y el sector, los cuales pueden diagnosticar el problema, esto es lo más importante, además proponer un tratamiento adecuado.

Desde Instituto Capilar de Alicante agradecemos a Deborah García por sus siempre interesantes artículos que sirven como fuente fiable, y en especial a Lucía Gregorio que nos ha atendido amablemente y nos ha dado claves desde su experiencia en la industria cosmética.